Yo de conocimiento del diseño no tenía absolutamente nada, siempre he dicho que soy malísimo con los colores incluso para vestir, pero mi gusto por ver interiores bonitos y funcionales me llevaron a indagar más en el ámbito del interiorismo, de ahí las vueltas de la vida me llevaron a comenzar un estudio de diseño de interiores con Veyarel, que por aquel entonces era mi socia en otra empresa. En esos días nos dedicabamos al desarrollo de la inteligencia emocional en jóvenes de preparatoria y universidad. Definitivamente no tenía mucho que ver con el diseño de cosas tangibles, y claro, no tenía la concepción de que el diseño era algo que iba más allá de sólo cosas físicas.
Como es natural al comenzar una nueva empresa, que después se convertiría en lo que hoy es Veyric Design, Veya trabajaba en su área de expertise, encargándose de todo lo que es diseño, arquitectura e interiorismo. Yo, por otra parte, me encargaba del desarrollo de la empresa, creando sistemas, protocolos, presupuestos, proyecciones, marketing, ventas, etc. Cada quien explotando al máximo su carrera en un ambiente “hostil” (lleno de oportunidades) para los negocios: 2020 en plena pandemia. Fue justamente este acuerdo y mini estructura organizacional que me mantuvo alejado del diseño por un tiempo, sólo prolongando lo inevitable.
Por ahí dicen que eres la suma de las cinco personas con las que te juntas más, puede que sea cierto y puede que no, definitivamente hay buenos argumentos en pro y en contra de esta aseveración. Por mi parte puedo asegurar que estar expuesto a los conocimientos de Veya y del equipo de diseño, que fue la primera área que tuvo un crecimiento significativo en la organización, tuvo un efecto directo en cómo veo el mundo. En la oficina tenemos un solo espacio de trabajo donde nos juntamos todos a trabajar, de esta forma podemos compartir ideas, crear proyectos interdisciplinarios y aportarnos valor entre todos. La transparencia definitivamente es un valor importante para nuestra organización, además de que con este acomodo las risas, la buena música y las bromas nunca faltan. Fue justamente parte de esta convivencia y trabajo colaborativo lo que me llevó a empaparme y recibir por ósmosis conocimientos sobre el diseño y todo lo que esto implicaba. Me encontré pronto comenzando a cuestionar el por qué las cosas estaban diseñadas de cierta forma, y cómo llegaba a haber pequeños detalles que ya no funcionaban por la evolución del uso de las cosas, o que simplemente no fueron contemplados.
La primera vez que noté esto fue al entrar a una conferencia sobre design thinking para los negocios, en ese auditorio había butacas con una pequeña mesita que salía de un costado y quedaba perfectamente frente a tu asiento como si fuera una mesita de butacas de escuela. Estoy seguro de que ya había estado en el auditorio en ocasiones anteriores, pero fue la primera vez que me detuve a pensar en todo el proceso de diseño que tuvo que haber ocurrido para que yo tuviera en ese momento una mesita disponible para poder poner mi libreta y hacer anotaciones. Me avergüenza un poco decir que estuve gran parte de la conferencia absorto en mis pensamientos, maravillándome y preguntándome qué sería del equipo de diseño y qué tan diferente hubiera sido mi experiencia si la decisión de incluir esa mesita hubiera sido otra. No lo sabía en ese entonces, pero ese fue el inicio de un cambio de perspectiva tan profundo, que ahora digo de broma que me arruinó la vida.
Tras algunos cambios en la organización y ajustes al mercado, como en todo emprendimiento pasa, decidimos enfocarnos en Retail Design, que es trabajar sobre la experiencia de los usuarios de espacios comerciales, desde los cocineros, meseros hasta comensales en cuestiones de restaurantes. Desde proveedores, cajeros, padres e hijos en una tienda de juguetes. Fue justamente este nuevo enfoque lo que me llevó a aventurarme a seguir aprendiendo más y tomar un curso especializado para el diseño de experiencias por la Universidad Austral. Este sí fue el punto de no retorno. Debo decir que fue un excelente curso que, además de enseñar herramientas y conceptos prácticos para aplicar en el diseño de experiencias de usuario, el curso mismo fue una experiencia única.
Terminando este curso la destrucción del mundo estuvo completa. Cada vez que vivía algo comenzaba a cuestionar la experiencia misma y todos los elementos que se diseñaron a propósito, por accidente o adición para que yo tuviera esa experiencia. No miento cuando digo que incluso amarrar las agujetas de mis zapatos se volvió una experiencia cuestionable. Recuerdo haber pensado “¿Quién fue, o cómo fue el proceso que llevó a que los zapatos tuvieran hilos para ajustarse?” “¿Existiría una experiencia diferente para poder cubrir mis pies?” “¿Qué otras cosas se habrán diseñado con base en este primer diseño (las agujetas)? “¿Cuántos sillones pensados para atender la experiencia no cuestionada de los zapatos se habrán diseñado?”. Como podrán ver, demasiada introspección y cuestionamiento para algo tan simple como atarse las agujetas. Posterior a esto, fue la experiencia del gimnasio, después la experiencia de manejar un auto y todas las reglas de tránsito. No había terminado la mañana cuando ya había incluso cuestionado la experiencia de lavar trastes.
Al llegar el equipo de diseño a la oficina les comenté mi nueva visión del mundo, ya no podía ver las cosas como antes las veía, ahora notaba más cosas y cuestionaba todo. Comencé a ser consciente de mis experiencias y mi relación con ellas. El hacer fila en la dulcería del cine, el hecho de comprar boletos numerados, las experiencias que las películas mismas querían que tuvieras mientras las ves. Las novelas, los relojes de muñeca, los celulares, laptops, tablets, escritorios, sillas, puertas, escaleras. Me habían arruinado la vida. El equipo completo sólo se rió de mi reciente descubrimiento y me dijo “bienvenido a nuestro mundo”
Me di cuenta de que el diseño tiene una influencia tan profunda en nosotros que forma parte de nuestros paradigmas, influencia nuestro bienestar, influye en nuestra evolución como sociedad, y es de las carreras en las que más escucho el comentario de que se morirán de hambre por estudiar eso. Definitivamente el diseño ha sido infravalorado, pero el poder del diseño es tan profundo que me atrevo a decir que puede cambiar el mundo. Si no me creen sólo piensen en la persona que tuvo el coraje de cuestionar las teclas en un celular y la conectividad del mismo y diseñó el smartphone. Un cambio, un diseño, una experiencia que rompió y creó nuevos paradigmas en nuestra sociedad.
El diseño me arruinó la vida al abrirme los ojos, al hacerme cuestionar todo lo que hago, vivo y utilizo. Me invitó a encontrar una nueva forma de hacer algo, de crear algo, de experimentar algo. Creo que al mundo le hace falta más diseñadores con el valor y el coraje para tomar todo eso que saben, cuestionan y buscan crear para hacer un mundo mejor. Un buen diseño puede cambiar una industria, un paradigma, una experiencia y de paso el mundo.